(con los sonidos de: Sufjan Stevens "All the trees of the field will clap their hands")

Un trocito de pollo del bocadillo alsaciano comprado en Pans y Company cae sobre la escalera de piedra de la Plaza de España (aquella con Don Quijote y Sancho), donde me he sentado.

Embarazado, miro a mi alrededor, un grupo de turistas chinos que de seguro verán la Navidad como una fiesta en honor al capitalismo triunfante (y no se equivocarán tanto), un par de gays jóvenes sentados conversando y mostrando la raja del culo a las parejas y gente sola que se apresuran camino de los centros comerciales, El Corte Inglés, la FNAC, que siguen abiertos hasta las ocho, y que tal vez deberían detenerse aquí, donde hay una feria de artesanos, artesanos que poco venden, menos que el señor aquel del puesto de castañas asadas, el perfecto complemento para el Starbucks de la esquina (donde trabaja Egidio). No, parece que nadie me ha visto, ni el gringo que lee una guía turística de Madrid, ni el mendigo que sentado al otro extremo de la escalera (cual esfinges los dos, el y yo) mira mi bocadillo con algo que parece avidez.

Qué más da, digo, y recojo el trocito de pollo y lo regreso a su sitio entre pimentones y cebolla con mayonesa (he pedido el bocadillo alsaciano con patatas bravas y cerveza, ya que en Alsacia se celebra con especial ahínco la Navidad). Y zampazo a la boca, con esto bastará hasta la cena en casa de Vero.

Hay sol y es un día despejado de cielo azul, el sol de las tres y media apenas calienta, pero si uno cierra los ojos puede sentir la energía lumínica como atraviesa los poros de la cara, la piel delgada de los párpados, que uno abre lentamente, notando como de amarillos se traslucen a blancos y luego es un baño de luz que inunda la mirada, que transmite el mensaje de gozo al cuerpo entumido, a las manos y los labios, partidos por el frío y por el aire acondicionado de la tienda, la misma donde sobreviví ayer a punta de Red Bull y turrones, para luego ir al cine a ver "Vas, vis et deviens" de Radu Mihaileanu, una peli estupenda, en el cine del Círculo de Bellas Artes, cerca de Cibeles y del Palacio de Telecomunicaciones, que tenía todas las ventanas iluminadas con colores que iban variando.

Es mi primera navidad sin calor, primera navidad solo, primavera navidad sin salir a pasear en auto para luego volver y encontrar debajo del árbol todos los regalos que ha traido el viejito pascuero. No, no la siento como navidad, y no hay nieve para convencerme, ayer la hubo por un rato, en serio, por un par de segundos las particulas de humedad se condensaron y se solidificaron y cayeron revelando su arquitectura de maravilla frente a los faroles de calle Menorca, pero ese par de segundos pasó, y en el pavimento helado de Madrid no quedó ni una sola huella.

Y siento bajo el baño de sol fugaz de media tarde, que hoy no estoy aquí, que estoy allá con los míos, que los espejos de las tiendas no reflejan mi imagen, que estoy lejos, en el caluroso Santiago, donde nunca aprendí a manejar ni a nadar, ni a coger la mano de un chico al que quisiera, ni a responder orgulloso a las preguntas insidiosas del resto de la gente. Estoy allá, sigo un poco allá. Y seguiré estando así repartido por un buen tiempo, después que termine esta canción, y después que se pase el frío; cuando llega el punto en que ya no se puede volver atrás, entonces sólo queda volver adentro. A los afectos, a todos los que piensan en mi en un momento de este día, como pienso yo en ellos sentado aquí en la Plaza de España. A todos ellos, una muy Feliz Navidad.

Posted by Barro on Sunday, December 24, 2006 at 9:30 AM | Permalink