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Fallas

Fallas en tu vida y crees que seguirás fallando a menos que te saques la falla de tu ánimo para que puedas comenzar el día con una actitud sana y nueva, y tomas el bus hacia las Fallas de Valencia, sabiendo que unos amigos también van, sabiendo que es suerte no tener que trabajar y poder disfrutar así de una de las mayores fiestas del año en la península.

No empacas nada, ni calcetines ni prudencia, no tienes reservaciones, no con lo que pueda suceder. Te sientes solo, extraviado, lejos de los abrazos que necesitas, quieres caminar por calles nuevas, mojar tus pies en el mar, escuchar el estallido de los petardos en la Mascletà, ver los muñecos antes que ardan.



Los muñecos ("ninots") se agrupan en conjuntos temáticos repartidos en cada barrio de la ciudad, algunos son enormes. Cada "Ninot" tiene un tema, satírico de actualidad, que se explica con versos en valenciano. De todas estas maravillas de plumavit y papel maché sólo una se salva cada año. Todo lo demás se quema.

Catarsis anyone?

No todo arde y es fugaz en Valencia, de lo permanente se encargó Santiago Calatrava, el arquitecto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, un conjunto de edificios que nadan como delfines por el viejo lecho del río Tùria en dirección al Mediterráneo. Aquí está L'Oceanogràfic, el acuario más grande de Europa, y L'Hemisfèric , un teatro Imax con forma de ojo humano.



Llega la noche y la fiesta y los fuegos y la euforia y el ruido se intensifican y la sensación apestosa de querer compartir esto con quienes quiero y no ser capaz de disfrutarlo sin ellos se acentúa. Saco fotos, para poder postearlas aquí, bailo un poco, miro con cara de hambre a los grupos de amigos, a las parejas, y entre tanto olor a pólvora me siento yo también como un muñeco pronto a arder en combustión espontánea.












Al avanzar la noche se profundiza mi espíritu masoca, y mi cansancio en general. Descarto emborracharme, más por avaro que por otra cosa, y cuando doy con un colchón arrojado como basura en una calle, lo cojo en seguida y me siento afortunado, recorro con el colchón la ciudad en fiesta, evitando a la gente hasta que encuentro otra fachada con andamios, arrojo el colchón arriba y me acuesto, a dos metros de altura ntento dormir mientras abajo se pasean y mean los gatos y los turistas, tiran líneas, una chica pide a su novio que se la folle pero este no soporta el olor a pichí de gato. Yo descanso, no duermo, no puedo dormir pensando que si dormido me giro un poco me puedo caer encima de un montón de ladrillos y eso no sería suave. Y me vienen imágenes de vagabundos sin casa a los que han prendido fuego en sus colchones, y pienso en todos los fuegos artificiales que aquí cualquiera dispara porque esto no es Chile, es Valencia y tener algún chamuscón en la cara es sexy, creo yo, porque he visto varios, y los niños siguen jugando con los fuegos y nadie parece preocuparse demasiado.

Qué estoy haciendo?, no lo sé, hago concreta la autoconmiseración? toco fondo? o simplemente soy un coñete que no está dispuesto a gastar dinero en alojamiento o en ligarse a alguien que lo tenga. Las horas pasan, pronto amanece, no hizo demasiado frío, por suerte. Una banda de adolescentes se percatan de mi presencia, están borrachos y empiezan a hacer escándalo, "mira, mira, hay un tío ahí arriba".

Me levanto y doy la cara cosa que vean que no soy un moro y que si he dormido aquí es porque me ha dado la gana. Me preguntan qué hago solo, que dónde está mi peña (mis amigos)? les digo que no lo sé, que están perdidos, que yo estoy perdido, me dicen que no pierda el tiempo durmiendo y que disfrute la fiesta, y yo pienso para mis adentros, sí, como no. Y me levanto, ya no tiene sentido seguir aquí.




Temprano por la mañana me siento ok entre los zombies que se desmayan y caminan apenas, tomo una foto de la Catedral y unas chicas ebrias saludan al lente. Entro a la catedral, a la capilla del Grial, pero no me quedo a la misa. Mi cabeza tiene hemorroides, no soy capaz de estarme quieto sentado en ningún sitio si no hay orín de gato para calmar mis nervios. Y camino hasta el tranvía, lo cojo y llego a la playa, y mojo mis pies y tomo sol y siento que ahora sí, que ahora sí que mis pensamientos me han acabado por abandonar, ahora si que han hecho su efecto las palabras escritas en la boca del Orco, no quedan ya ideas, sólo el dolor en mis pies, que apenas si han tenido un respiro. Vuelvo al tranvía, cojeando subo las torres Serranas, y veo más fallas y almuerzo y veo la mascletà por televisión, y visito un último museo de arte contemporáneo, el IVAM, con una exhibición sobre el tema de la Velocidad, en un obra un videoartista tailandes se ha grabado a si mismo durante todo un año y vemos en un montaje acelerado como le crece el pelo, y le crece el pelo y le crece el pelo y le crece el pelo.






Valencia es la ciudad del Fenix, donde la belleza arde sabiendo que volverá el proximo año a vestirse de fiesta. Yo no quiero ver a los muñecos arder, no tengo suficiente fe como para creer en la autoregeneración. Además mañana es lunes y debo hacer la ronda de los hoteles tirando curriculum. Así que me voy a la estación, paso por el Jardín de las Hespérides y robo un limón. Luego compro cerveza lituana y chocolates ucranianos y los comparto con Brian, un irlandés que lo mismo que yo ha venido acá solo y se va solo y me dice que es apestoso no hablar bien español porque se siente tonto al no poder hacer los chistes que le dan fama de gracioso en Irlanda. y yo me callo, y le dejo hablar, y me río, y le convido chocolates y cerveza, y pienso que está muy bien quedarse callado y emborracharse y escuchar a viajeros extraños, que esta muy bien, casi tan bien como la cama bajo techo que me espera cuando vuelva a Madrid.

Me gustó Valencia, pero la proxima vez vendré con amigos, procuraré no perderlos de vista, y haremos estallar petardos y beberemos sólo agua de Valencia y compartiremos una paella grande grande, que me haga agua la boca por muchos años después.

He seguido tus mensajes hace tiempo. En lejos, éste es el mejor mensaje que te he leído.

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