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Nueva Irlanda en el Quai Branly


Los nativos de Nueva Irlanda se tomaban su arte más a la ligera que Van Gogh, lo que no quiere decir que fuera éste un arte más simple. Muy al contrario, el arte de esta isla al norte del archipiélago de Papúa Nueva Guinea cuenta como uno de los más elaborados artes tribales del mundo, y dio pie a la noción de arte primitivo, el concepto que está detrás del museo de Quai Branly, a un costado de la Torre Eiffel, en un edificio de Jean Nouvel con jardines verticales, el nuevo imprescindible de cualquier visita a Paris.

Nueva Irlanda, junto con Nueva Bretaña, forman parte del Archipiélago de Bismark, y en su época fueron colonia alemana, delicioso bocado para los antropólogos Ottos que encontraron aquí la Meca de su ciencia. Rituales elaborados, una artesanía que influyó en el arte moderno del siglo XX, multitud de clanes con costumbres curiosas. Un video nos muestra una danza en que los nativos parecen estar disfrazados de avestruces, con embudos invertidos (y enormes) de plumas sobre la cabeza, no pueden ver gran cosa, giran y giran y chocan, una parodia de los derviches o un cartoon de los Animaniacs, eso parece. Y luego nos enteramos que ninguna de esas máscaras ha podido ser encontrada, los nativos las hicieron para esa ocasión, que quedó registrada en video, y después las hicieron desaparecer y nunca más volvieron a hacerlas.

Los Papúes siguen tal vez el ejemplo de sus pájaros, de las aves del paraíso, y de los caláos, con sus picos deformes. En el hotel donde trabajo tenemos en el lobby unos totemes impresionantes venidos de Papúa Nueva Guinea, de Kanganaman, en Sepik. Están bien, pero paliceden ante las maravillosas visiones que conjuran los neoirlandeses. Tallas intrincadas, estatuas dentro de estatuas, barcas de difuntos, gorros madre, un nivel de creatividad asombroso. Y completamente desligado de la obsesión occidental por la trascendencia. Sus totems y tallas se hacían para celebrar ritos de paso, a la madurez, a la otra vida, un nacimiento, una boda. Se las hacía porque cumplían un rol mágico ceremonial, y una vez terminada esta, perdían todo valor, la mayoría se ofrendaban al fuego, unas pocas se las regalaron a antropólogos alemanes, que no sé bien que podrían haber ofrecido a cambio si la costumbre fuese el trueque.

Resulta liberador ver tanta explosión de creatividad y genio artístico desprovisto de ego y de la amargura de querer ser alguien en la vida y sobre todo alguien después de la vida. Alma colectiva, genio colectivo, exaltación de la originalidad como vuelta a los orígenes, a las aves, a los colores de las flores de la selva poblada de espíritus ancestrales. Nueva Irlanda, como la vieja, una isla encantada. Mientras queden plumas, al menos.

Lo mejor en la vida siempre es lo más simple…lo más sencillo, lo que surge con total naturalidad, lo menos rebuscado y retocado…quizás los nativos aquellos lo sabían y lo reflejaron en sus obras…sencillas, sobrias, aunque a nuestros ojos sean exóticas.

Arte primitivo, que curiosa designación. Y más curiosa la costumbre de estos nativos de destruir todo después de cumplido su objetivo. Que tal si eso mismo hubiera hecho el resto de la humanidad, no tendríamos vestigios del pasado en ningún campo…y mucho menos en el artístico.

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